viernes, 27 de marzo de 2009

Alfa Lipoico

Cae el atardecer sin querer, entre las mentes narcistas de los fantasmas.
Aquellos fantasmas que por el hecho de pensar en algo, son capaces de poner vida a todo.
Una catastrófica mirada de sorprendimiento entre la improvisación emergente, de la atenuante respiración de la ilusión.
Una ilusión de movimientos irreales, en los cuales un desperfilamiento se inscrusta en la realidad, reprimiendo todo rastro de presente sobre su norte.
Una gota de sangre derramada por cada reconciliación, que se produce entre mis vagos recuerdos.
Un error que puede abrir fronteras, destruir alegrías. Entrar en ataque de pánico, cada razón de cuestionamiento a lo vivido, a lo dicho, a lo incoherente de las acciones, que entre la ironía, saben a razón, en su estado puro.
Algo intendible, como la ilusión de rostros y cuerpos, que se dezplazan en la infinidad de una mente.
Rastros en el presente quedan, por el forsoso recordatorio producido al amanecer, que espera nuevamente la atarceder y buscar aquellos detalles inversos, a lo que solamente se vé.

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